Me subí a un avión en Cebú con una emoción muy especial, Palawan me estaba esperando.
Había esperado seis semanas a venir, quizás demasiado, o quizás necesitaba conocer otras islas del país para confirmar que Palawan sigue siendo para mi, lo mejor de Filipinas.
Llegue a su capital, Puerto Princesa, y junto con Albert, nos presentamos en el mismo hostal donde estuve alojado el verano pasado. La primera sorpresa fue cuando nada más entrar, todos los trabajadores, vinieron a recibirnos, se acordaban de mi perfectamente, así que el recibimiento no podría haber sido mejor.
No podía esperar a salir por la ciudad y dar un largo paseo por ella, así que deje mis cosas y fuimos a dar una vuelta por sus lugares más importantes. La Catedral nunca deja de sorprenderte, con su gran altura y sus colores llamativos en medio de un barrio de lo más humilde de Puerto Princesa. Coincidimos con una boda, así que nos quedamos un buen rato viendo como era un casamiento filipino.
Más tarde, fuimos al paseo marítimo, al mercado, y algo que tenía muchas ganas de hacer, entrar en una universidad, la única de la ciudad. Preguntamos por la directora y muy amablemente nos enseñó las instalaciones. Se acercaba la fiesta de final de curso (las vacaciones escolares son en marzo, abril y mayo) y los alumnos estaban preparando un baile en el patio, nos sentamos en la sombra de un árbol centenario a ver el espectáculo y después continuamos con el tour.
Universidad Holy Trinity Puerto Princesa |
Ya de vuelta al hostal, seguimos con las emociones, acababan de llegar Kadin, el americano que me ha acompañado en más de una aventura, y Marc y Violeta, la pareja de Barcelona que conocí hace tres semanas en Dumaguete. Con el equipo al completo, nos dirigimos al centro de Puerto, a los bares donde cada día hay grupos cantando en directo deleitándote con sus magníficas voces (aún no he visto a un filipino/a cantando mal).
Al día siguiente, fuimos hacia Nagtabon Beach, un camino de algo más de una hora desde Puerto Princesa, pero que vale mucho la pena, ya que es una larguísima playa rodeada de palmeras, y con el agua y arena perfecta…y lo mejor de todo, solitaria.
Cuando volvimos al hostal por la tarde, otra sorpresa me estaba esperando, los niños vecinos que había conocido el verano pasado me vieron por la calle, y gritando mi nombre vinieron corriendo a abrazarme, una sensación increíble.
Puerto Princesa no será la ciudad más bonita de Filipinas, pero es una ciudad con una gente maravillosa, una ciudad limpia y ordenada, donde sus habitantes tienen a su alcalde como su segundo Dios, ya que está haciendo que Puerto crezca a pasos de gigante.
Después de dos días en la capital, Albert y yo decidimos ir a hacer una ruta en moto por el sur de Palawan. Algo nada turístico, quizás por los avisos de las guías hablando sobre los riesgos importantes de malaria. Puedo decir que he gastado más anti mosquitos en 3 días que en todo mi viaje.
El primer destino era Narra, a dos horas de Puerto. Tramos con terreno impracticable y un excesivo calor, además sumado a que tuve algunos problemas estomacales, hizo que tardásemos en llegar más de lo esperado.
El paisaje del sur es, hasta ahora, el más salvaje y autentico que he visto, lugar donde el turismo no ha llegado, y donde espero que tarde mucho en llegar.
En Narra, nada más encontrar alojamiento, nos fuimos a su playa, llamada La Vista. Una playa larga de más de cuatro kilómetros con una arena negra espectacular. Entramos con las motos hasta dentro, conduciendo por la orilla del mar, la atravesamos toda hasta llegar al diminuto puerto del pueblo, donde pudimos ver el atardecer con unas vistas de toda la bahía.
Todo no podía salir tan bien, allí tuvimos el primer pinchazo con una de las motos. Como siempre en estos casos, un local, al vernos con problemas, nos guio hasta el mecánico más cercano, que después de una hora nos lo reparo con un método muy extraño y nada eficaz, ya que al día siguiente volví a pinchar después de diez kilómetros recorridos.
El segundo día de la ruta, después de perder dos horas buscando mecánico y reparando de nuevo el pinchazo, nos pusimos en marcha dirección a Brokes Point, a dos horas y media más al sur de donde nos encontrábamos.
Este camino fue algo duro, tiene muchos más tramos de terreno impracticable y cuando el pavimento esta decente, de repente se puede encontrar unos baches bastante peligrosos, que hacen que la moto se desestabilice. A medio camino, con un calor inaguantable que nos estaba quemando la piel y deshidratando, decidimos parar en un pueblo con un nombre algo peculiar, Sofronio Española. Un pueblo muy pequeño y sin nada de encanto, pero con una gente muy amable que nos preguntaban en todo momento el porqué de nuestra visita.
Llegamos por fin a Brokes Point, el último pueblo al sur de Palawan al que se puede llegar en carretera, ya que ahí se corta. El pueblo tiene una calle principal con tiendecitas, una plaza y una playa salvaje. Es quizás el lugar en Filipinas donde menos bien me han tratado, seguramente por su nulo turismo y no estar acostumbrados a ver caras desconocidas… aunque esto como en todos los sitios funciona igual, durante la noche, decidimos ir a tomar algo al único bar abierto, allí, entre cerveza y cerveza acabamos conociendo a un grupo que ya a esas horas parecían más contentos que por la tarde. A partir de ahí todo fueron risas y estuvimos hablando hasta altas horas cerrando el bar.
Al dia siguiente había que volver a Puerto Princesa y teníamos cinco horas por delante con un sol demoledor. Nos lo quisimos tomar con calma y acabamos tardando siete horas, también porque paramos en muchas playas salvajes de la zona.
Ahora puedo decir que conozco Palawan de norte a sur. Playas de postal, zonas rurales, lugares auténticos, gente increíble…esta isla tiene algo que engancha nada más llegar y a medida que la vas conociendo no te quieres ir de aquí por nada del mundo.
Hola! que bueno encontrar algo de info sobre el sur de Palawan!! algo mas que me puedas recomendar sobre Narra y Brokes Point??
ResponderEliminarHola!! Son pueblos muy pequeños y en los que la gente no está nada acostumbrada a ver extranjeros. Los mercados de ambas ciudades son imprescindibles, los pueblos en sí, no tienen nada.
ResponderEliminarPiérdete con la moto por sus alrededores y explora las impresionantes playas, tanto en un sitio como en otro.