10 de diciembre de 2013

Kanchanaburi. El puente sobre el rio Kwai y las cascadas de Erawan


Kanchanaburi es un pueblo pequeño y tranquilo, situado a 3 horas hacia el oeste de Bangkok. Fue el destino que escogí para pasar otro fin de semana alejado de la capital.

Una de las excursiones que se pueden hacer en los alrededores, es visitar las cascadas de Erawan, a 65km del pueblo. Así que el sábado, de buena mañana, alquilé una moto y me fui dirección para ellas.
Una carretera agradable, sin tráfico y con buenas vistas, que te hacen disfrutar de la conducción, hasta llegar al aparcamiento de las cascadas.


Una vez aparcada la moto, empieza la excursión. Las cascadas tienen siete niveles y cada uno de ellos con una piscina para poder disfrutar de un buen baño.
Aunque pensaba que a medida que fuera subiendo de nivel, iría encontrando menos turistas, me equivoqué. Sí que es verdad que en el primer nivel es donde se quedan los niños y las personas mayores, pero quizás al ser sábado, había mucha más gente de la esperada.


Después de un paseo tranquilo y nada pesado por la selva, se llega al séptimo nivel. Allí descanso y vuelta para abajo.

Por la noche, Kanchanaburi se transforma con su gran mercado y feria nocturna. Centenares de personas se concentran para pasear, degustar comida en la infinidad de puestos que hay y tomar algo con los suyos.

Al día siguiente, fui a visitar el famoso puente del lugar. Había escuchado muchas veces oir hablar de la pelicula de los 50, "El puente sobre el rio Kwai", pero jamás imaginé que algún día me encontraría sobre el mismo.

Este puente fue construído en la Segunda Guerra Mundial por prisioneros aliados y asiáticos, forzados por los japoneses y con el fin de poder transportar armamento hasta la India, cruzando Tailandia y Birmania.






30 de noviembre de 2013

Koh Samet. Paraíso a cuatro horas de Bangkok


El fin de semana pasado lo pasé en Koh Samet, una isla situada en el sudeste del país, a tan solo 4 horas desde la capital tailandesa.

Quizás es por eso que sea uno de los destinos más populares entre los residentes en Bangkok, ya sean tailandeses o expatriados.
Se llega al puerto de Ban Phe después de tres horas y media en autobús, luego, 20 minutos en un bote hasta llegar al puerto de la isla.



Koh Samet son de esos tipos de lugares en los que te gustaría perderte por una temporada. Se respira una tranquilidad absoluta, los isleños son de lo mejor que he conocido en Tailandia y la comida está riquísima.

A parte de disfrutar de unos baños en sus playas de arena blanca y agua turquesa, también se puede alquilar una moto y recorrer su única carretera entre medio asfaltada y embarrada...eso sí, siempre con unas vistas espectaculares.

A pesar de ser una isla diminuta y con muy poca gente, todas las noches en la playa hay grandes espectáculos con fuego, haciendo que todo el mundo se concentre alrededor de ellos.

Un buen fin de semana en esta magnífica isla...la cual tengo claro que voy a volver.



22 de octubre de 2013

De visita al país vecino... mi vuelta a Laos


Viviendo en la capital tailandesa, uno necesita de vez en cuando salir de ella y despejarse. Olvidarse por unos días de los atascos, de los ruidos, del gentío, de la contaminación...

Ya tenía en mente desde hacía algunos fines de semana salir de Bangkok para visitar algunas zonas del país, relajarme en alguna playa, ir a algún pueblo...
Coincidió que tenía que renovar el visado por tres meses más, así que la salida era obligatoria.
Es lo que voy a tener que hacer cada trimestre si me quiero quedar por estas tierras, solicitar el visado turista en cualquier embajada de algún país vecino.

Se puede ir a Malasia, Camboya, Laos, Singapur...en fin, hay bastantes opciones, pero sin duda la más económica y fácil es llegar a Vientián (o Vientiane), la capital laosiana.

12 horas en autobús son las que separan Bangkok de Nongkhai, el último pueblo de Tailandia antes de cruzar el borde hacia Vientián. Del autobús, tuk tuk hasta el borde, trámites, autobús destartalado para cruzar el puente que separa los dos países, para luego tomar otro autobús dejándome en la estación de Vientián. Ya por último otro tuk tuk para que me acercara a la embajada para tramitar el visado.
Sin lugar a dudas, este viaje me ha hecho recordar mis tiempos viajeros...grandes recuerdos y grandes sensaciones que te hacen pensar por momentos, que volverías a colgarte la mochila a la espalda, para seguir conociendo mundo...



Conociendo la capital laosiana, en lo último que puedes pensar es en atascos, ruidos, gentío...pero este fin de semana no era uno cualquiera, era el Lao's Festival y había una congregación de gente alrededor de varios escenarios a orillas del río Mekong, como la que hacía tiempo que no veia.
Conciertos de grupos locales cantando música Pop, actuaciones con bailes tradicionales del país, puestos callejeros vendiendo todo tipo de comida y bebidas, gran mercado de ropa para los amantes del regateo...

Nada más llegar ya sabía que no iba a ser un fin de semana tranquilo, y tampoco quería que lo fuera, para que engañarnos.
Era viernes por la tarde y la gente empezaba a acercarse al "paseo marítimo" para tomar las primeras cervezas y empezar a escuchar los primeros grupos actuar encima de los escenarios montados.

Después de un buen rato dando vueltas, escuchando música y degustando comida local, me acerqué al bar más de moda de la ciudad, un bar situado en lo alto de un edificio de cuatro plantas (tampoco hay muchos más altos), donde se puede ver el atardecer mientras se juegan unas partidas al billar y tomando unas Beerlao (¡Cómo las echaba de menos!)
La fiesta acabó en la discoteca más popular, por no decir que es la única de la ciudad.


La noche del sábado tenía que ser igual o mejor que la anterior, y no me equivoqué... en el mismo bar donde había estado la pasada noche, conocí a un grupo de chinos residentes en Vientián que no me dejaron pagar ni una sola cerveza en toda la noche.
No sé si la razón fue que les dije que había estado tres meses en China, o la cantidad de fotos que les pude enseñar de su país, pero me hicieron recordar la generosidad que tiene esa gente y que pude vivir cada día en esas tierras.
Sólo había uno de ellos que hablase algo de inglés y por lo que pude entender, se dedicaban al negocio del oro.
Bastante bien les tenían que ir las cosas, ya que cuando llegó el momento de cambiar de sitio para volver a la misma discoteca del día anterior, me llevaron en un auténtico cochazo, con música a tope y dando vueltas por la ciudad, recórdandome a esos momentos compartidos con mis amigos y mi coche en mi ciudad de toda la vida.

Fin de semana movido dónde los haya en mi segunda visita a esta magnífica ciudad...

Ah! por cierto, también conseguí el visado tailandés, que era el principal objetivo del viaje. ; )















2 de octubre de 2013

Mi vida en Bangkok


Parece que fue ayer cuando salía del aeropuerto de Barcelona, con una mochila de 12kg en la espalda y unas ganas tremendas de conocer mundo.
Recuerdo perfectamente el momento de partir hacia mi nueva vida, e incluso los días antes, lleno de nervios y emociones, pero nunca con dudas. Sabía lo que hacía, sólo yo lo sabía.

Después de 8 meses viajando por Filipinas, Hong Kong, China, Tailandia, Laos y Camboya, decidí instalarme en la capital tailandesa, Bangkok.

Con tantos kilómetros recorridos, tantas amistades hechas durante mi aventura, gente muy buena y otra no tan buena, pero siempre sacando lo mejor de cada uno, transportes de todo tipo que me han llevado de un lado para otro, desafiando carreteras y caminos infernales, lluvias torrenciales, mares agitados y un sin fin de anécdotas dentro de ellos.
Después de todo eso y con muchísimo miedo, decidí que había llegado el momento de parar y empezar una nueva vida. Tocaba ganarse el pan de cada día.

Hace ya 2 meses que llegué a Bangkok desde Siem Reap (Camboya). Era la segunda vez que estaba en la capital, ya que durante mi viaje había estado 12 dias en ella.

Aquí ya me estaban esperando algunos amigos, amigos de hace muchos años y que el destino nos ha querido reunir tan lejos de los nuestros.

Los comienzos nunca son fáciles, y el mio no podía ser de otra manera. Solamente llevaba 7 días y me sentía ahogado en la ciudad. ¿Había hecho bien? ¿Realmente quería vivir aquí? ¿Qué iba a hacer para ganarme la vida? ¿Quería realmente dejar de viajar?
Eran demasiadas preguntas y no encontraba respuestas claras, así que decidí agarrar la mochila de nuevo y marcharme hacia el norte del país, en concreto a Chiang Mai.

Allí pasé una semana alejado del caos que se vive diariamente en Bangkok, pensando sobre mi futuro mientras disfrutaba de uno de mis lugares favoritos de Tailandia.

Cuando volví, coincidió con la visita de algunos amigos de Sabadell, y cuando me dijeron de ir a pasar unos días a dos islas tailandesas no pude rechazar la oferta.
Siempre he asociado el mes de agosto con la playa, y éste no podía ser menos.

Regresé de las islas de Koh Tao y Koh Phangan con las pilas cargadas, lleno de energía. Así que me puse manos a la obra y empecé mi proceso de instalación en Bangkok, ciudad con cerca de 10 millones de habitantes.

Lo primero era buscar alojamiento. No quería estar metido en un hostal lleno de viajeros, y la primera opción que surgió fue alquilar un apartamento. Después de ver varios de ellos y no convencerme ninguno, finalmente me instalé en un hotel algo lejos del centro, y por lo tanto del turismo, en el barrio de Wongwian Yai.

Ahora era el momento de empezar a buscar trabajo, sin duda el trabajo más difícil. Y más aún en Tailandia, un país donde es más que complicado trabajar siendo extranjero.

Gracias a mis buenos amigos Pol  ( www.mundo-nomada.com ) y Albert                                                     ( www.viajesoloida.wordpress.com ), conseguí estrenarme como profesor de español. Después de casi un mes dando clases particulares, y a parte de haber descubierto una faceta oculta en mi, como es la enseñanza, puedo decir que estoy muy orgulloso de haber tomado la decisión de quedarme en esta impresionante, maravillosa y siempre caótica ciudad de Bangkok.

A partir de aquí, voy a seguir contando mi vida cotidiana en el país de las sonrisas, así que estáis todos invitados a conocer más sobre él.

20 de julio de 2013

Camboya. Los templos de Angkor


Cuando empecé mi viaje, no tenía planificado ir a Camboya, pero estando en Laos me empezó a picar la curiosidad por este país.
Sé que le tendría que dar más tiempo, porque lo merece, y porque cada día me encuentro con alguien con decenas de recomendaciones para hacer, pero ya habrá tiempo.

Mi salida de Laos fue una mañana muy temprana. Tomé un autobus hacia la frontera con la intención de que una vez allí me buscaría la vida para llegar al primer pueblo, y tomar otro bus hacia Kampong Cham, al norte de la capital, Phnom Phen.
Después de pasar un control médico en el que verifican si tienes fiebre, pago el visado y me veo en una situación bastante alarmante.

En la frontera no hay nada. Ni otros autobuses para llegar al pueblo más cercano, ni tuk-tuks...
En medio de la nada no me podía quedar, así que fui corriendo al autobús que me había dejado allí. Se dirigía hacia la capital, así que Kampong Cham venía de camino. Negociando el precio me volví a subir y respiré aliviado.


En Kampong Cham pasé menos de 12 horas, así que no me dio tiempo a ver nada, excepto varios edificios destartalados en frente del río.
Al día siguiente me subí a otro autobús para ya llegar a mi objetivo, Siem Reap.

Siem Reap es la ciudad que queda más cercana a los templos de Angkor, por lo que está llena de turistas y gente que viene de paso.
Al día siguiente de mi llegada decidí ir a visitar esos templos que tanto había oído hablar.

 
 

Estos templos se empezaron a construir en el siglo IX y hasta el abandono de la zona, en el siglo XV, se construyeron varios templos con 910 monumentos en una superficie de 200 km2.
La religión dominante fue el hinduismo, hasta que en el siglo XII, se cambia al budismo, viéndose reflejado en algunos de sus grabados.

El templo más importante es el Angkor Wat, siendo el más grande y el mejor conservado de todos.
Está considerado como la mayor construcción religiosa jamás construída.

Evidentemente, como en un solo día es imposible verlo todo, hay que seleccionar alguno de ellos y levantarse muy muy temprano para aprovechar el máximo posible.
En Siem Reap, negocié un buen precio con un tuk tuk para que me llevase a los que más me interesaba ver.

Empecé por el templo de Bayón, un templo en el que sorprende las cerca de 200 caras sonrientes en sus torres.

 

Más tarde, el templo de Ta Prohm, el único de todos que se encuentra en medio de la selva, lo que llevó hace unos años a rodar la famosa película Tomb Raider

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Pero el plato fuerte estaba por llegar, el Angkor Wat.
Tres horas son las que necesité para poder visitarlo todo. No me quería perder nada.

 

Al final del día, terminé agotado pero muy contento de haber podido estar en este lugar. 
Sin duda, han sido los templos más espectaculares que he visto nunca. Todo lo que he visto hasta ahora no es nada comparado con Angkor. Realmente te deja sin palabras.






Laos. Desconexión en las 4000 islas


Mis últimos días en Laos los quise pasar en Don Det, una de las islas que se encuentra en el sur del país, muy cerca de Camboya. Se trata de un archipiélago alrededor del rio Mekong, conocido como las 4000 islas.

Llegué hasta Don Det desde Paksé, un pueblo sin nada de encanto, pero donde pasé un par de días dando vueltas por los alrededores. 
Allí tomé un mini bus hasta el puerto de Ban Nakasang, y de ahí, una barca que me acercó hasta la isla.
Al desembarcar, empecé a andar por el único camino que había. 
Un camino estrecho y embarrado con algunos restaurantes y tiendecitas de comestibles.
Buscaba un buen alojamiento con buenas vistas para pasar unos días tranquilo, hasta que di con un bungalow super básico, con vistas al río desde un lado, y campos de arroz desde el otro.


 

Tenía muchas ganas de rodear la isla, asi que alquilé una bicicleta decidido a buscar los mejores paisajes apartado de la zona de alojamientos. 
Hice unos cuantos kilómetros pedaleando mientras observaba campos y más campos de arroz, hasta llegar a unas cascadas.
Muy cerca de ahí había una playa, que aunque fuera sobre el río Mekong, con un agua marrón como el que le caracteriza, pude descansar tumbado en la arena durante un buen rato, presenciando paisajes camboyanos.

 
 
 


Más tarde, me dirigí a ver el atardecer sobre el río, con los pescadores de fondo ultimando los rayos de sol.


Por la noche me acerqué a la zona donde creía que iba a encontrar algo de ambiente. Y aunque tampoco era un festival, debido a que me encuentro en temporada baja, pude estar tomando algo y conociendo gente. 
La vuelta al bungalow fue una odisea, ya que estaba todo completamente a oscuras y solamente tenía una pequeña luz para iluminar el camino.

En Don Det se vive de una manera muy tranquila, al estilo laosiano pero además isleño, sin prisas ni preocupaciones. Si algo se puede hacer hoy, bien, sinó ya se hará mañana (o al otro).


Esta isla tiene un estilo de vida que engancha, aunque sería perfecta si tuviese una playa como las que me gustan...todo no puede ser...

Próximo destino...Camboya!
















14 de julio de 2013

Laos. Naturaleza en estado puro


Laos no deja de sorprenderme en cada paso que doy.
Puedo estar en el lugar más turístico del país, lleno de extranjeros en busca de fiesta, y de repente encontrarme en un poblado en medio de la nada, donde eres observado por cada uno de sus habitantes mientras caminas por sus polvorientas calles.

Siguiendo mi ruta hacia el sur del país, el siguiente destino después de Luang Prabang era Vang Vieng, un pequeño pueblo de 25.000 habitantes en la falda de las montañas.
Es el lugar donde todo turista con ganas de fiesta, alcohol y demás, se concentra desde por la mañana con el único afán de emborracharse.
Una actividad llamada "tubing" es la razón por la que muchos de ellos visitan Laos.
Se trata de descender el río con un flotador mientras te paras en alguno de los bares que encuentras a los lados. La combinación de alcohol y gente en el agua solo ha dado que problemas, pero aún así, viajeros de todo el mundo vienen a probarlo.

 

Viendo ese panorama, lo mejor que podía hacer era escapar de todo aquello, así que me fui a recorrer los alrededores. 
Después de unos cuantos kilómetros conduciendo por caminos empedrados y pasando por campos de arroz, mientras te ves rodeado de unas montañas cubiertas de niebla, llegué a un poblado de unas diez casas.
Me senté en el porche de la única tiendecita que había, y me quedé observando la vida de ese lugar. Claro está, que las pocas personas que vivían allí, hacían lo propio conmigo, y en menos de quince minutos ya se había formado un corro de gente a mi lado.

Naxaysabang
Hospital de Naxaysabamg
Saliendo del pueblo, vi un grupo de chavales que estaban jugando a volleyball en un auténtico patatal, cerca de la escuela. Me acerqué y me puse a jugar con ellos. Deporte y risas durante un buen rato, hasta que me di cuenta que debía volver, ya que la noche se iba acercando, y tenía 30km por carretera infernal por delante.

 

De Vang Vieng llegué a la capital, Vientián. Allí pasé dos noches, muy cerca del paseo marítimo del Mekong, donde pude disfrutar de largas caminatas de arriba a abajo viendo la puesta de sol.
Vientián no tiene muchos puntos de interés, pero sí un gran templo, siendo visita obligada para todo visitante a la ciudad.



 
Arco de Triunfo de Vientian
Mi principal motivo de estar en la capital, era solicitar el visado tailandés en la embajada, así que pasé alguna que otra hora ahí, esperando mi turno. 

Tenía ganas de llegar a un pueblo tranquilo, sin turistas. Mirando el mapa me decanté por Savannahket y en algo menos de diez horas, me planté ahí.
Savannahket parece un pueblo fantasma; muy poca gente por sus calles, edificios antiguos con tiendas cerradas, otros edificios en ruinas...y una iglesia católica relativamente moderna, que sorprende nada más verla.

 

Me habían hablado de un par de lagos a visitar en los alrededores, y eso hice, agarré una moto y empecé la ruta.
Como sabía que el último era el más dificultoso para llegar, decidí ir primero a ese.
En cuanto llevaba 2km de camino impracticable, me vi obligado a aparcar y seguir a pie por la selva. Más que nada, porque la moto se me quedó en medio de un charco cubriéndola por la mitad. Hubo un momento que ni para atrás ni para adelante, pero con paciencia y algo de suerte, conseguí sacarla.

 
 

Una vez llegué al lago, vi que todo el esfuerzo había valido la pena. Tenía ante mi una maravilla de paisaje mientras disfrutaba del silencio que todo aquello me ofrecía.

 

A la vuelta, pasé por el otro lago para ver el atardecer y regreso hacia Savannahket.
La última sorpresa del día estaba por llegar. La moto decidió pararse justo a la entrada del pueblo, así que tuve que caminar un poco hasta que un amable tuk-tuk me acercó a donde la había alquilado.
Después de diez sufridos minutos intentando explicar mi problema al propietario, haciendo uso de algo de mímica recordando mis mejores días en China, y con mis grandes dotes artísticos dibujando un mapa, conseguí que me entendiera y fuimos en su búsqueda.

Muy buenas sensaciones en mis primeros 10 días en Laos, me ha ido cambiando la visión que tenía con el primer día que llegué.

El camino continua...