25 de mayo de 2019

Myanmar. La eterna sonrisa



Llevando tanto tiempo en Asia (ya casi 7 años), es dificil que pueda seguir habiendo algo que me sorprenda facilmente dentro del continente, sobre todo en el Sudeste Asiático, donde dentro de una diversidad de culturas entre los diferentes países que hay, más o menos todos siguen una misma línea.

Todavía no había visitado Myanmar (o Birmania) durante todo este tiempo en Asia y realmente lo tenía marcado como país a visitar desde hacía ya un tiempo.
Así que fijé la fecha en el calendario y empecé a decidir qué lugares iba a visitar del territorio birmano.

Myanmar ha vivido una gran parte de su historia reciente en una dictadura. Hasta hace unos años tenía cerradas sus fronteras, por lo que la gente birmana ha vivido siempre en una especie de burbuja sin conocer apenas nada del mundo exterior.

Birmania fue colonizada por el Imperio británico, los cuales estuvieron más de 120 años.
Es por eso que en Yangon (o Rangún), la capital, se pueden ver decenas de edificios coloniales e históricos de la época, y actualmente abandonados. 
El antiguo edificio de las cortes, la antigua oficina postal...

En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, Birmania fue tomada por los japoneses, expulsando entonces a británicos y a chinos del país.
Al finalizar la Guerra, en 1945, Japón se vio obligada a devolver el dominio a los ingleses, los cuales estuvieron hasta 1948, año en el que se proclamó la independencia de Myanmar.
A partir de ahí, hubo varios cambios políticos, los cuales desataron un golpe de estado que duró por varios años.

Vayamos a mi viaje. Llegué a Yangon muy temprano por la mañana de un sábado.
En el aeropuerto me estaba esperando un guía que me iba a llevar al primer lugar turístico de la ciudad y me iba a dar las primeras explicaciones sobre la cultura, polítca...del país.
En el mismo aeropuerto, pude cambiar de Bahts a Kyats, la moneda de Myanmar y también me hice con una tarjeta SIM para estar bien comunicado.
Era un día festivo en el país. Se trataba de un día budista, por lo que las calles y sobre todo, los templos principales de la ciudad estaban abarrotados de gente que iban a entregar sus oraciones.

Por el camino ya pude ver que Yangon es una ciudad bastante caótica... 7 millones de habitantes, no hay metro, llena de coches y encima no está permitido el tráfico de motos, por lo que el asfalto está lleno de autobuses locales y coches.
Fue de lo primero que le pregunté al guía. Por qué no transitan motos en esta ciudad?
Realmente es algo que sorprende, y más en el Sudeste Asiático, ya que todas las ciudades tienen muchísimas motos circulando.

El motivo es que hace unos años hubo un atentado contra un General. Un motorista se acercó a él, le disparó y huyó rápidamente con su moto.
Afortunadamente para el General solamente resultó herido pero vio en las motos una gran amenaza ya que los terroristas podrían salir fácilmente de la zona sin ser capturados.

Otra cosa curiosa que impacta nada más montarte en un coche es ver que el volante está a la derecha pero que también se conduce por el lado derecho...una locura.
Esto se debe a que durante la época de la dictadura, el General Ne Win impulsó esta idea por un tema de supersticiones al haber consultado con videntes y astrólogos..
Actualmente se está intentando volver a la normalidad impidiendo la compra de vehículos con el volante a la derecha.

Nos dirigimos directamente al templo más importante, la Pagoda Shwedagon. Un imponente lugar el cual hay que subir un montón de escaleras para llegar al patio principal y poder presenciar esta auténtica obra de arte.
Según la leyenda, dos hermanos estaban viajando cuando se encontraron con Buda descansando debajo de un árbol. Después de darle de comer, Buda les ofreció un regalo y les dio exactamente ocho pelos de su cabeza.
Los hermanos llevaron los cabellos en un cofre de rubí de regreso a su país, donde con la ayuda del rey, comenzaron la construcción de lo que sería el completo de la Pagoda de Shwedagon.

 

El calor acechaba y eran solo las 9 de la mañana... ya me iba haciendo a la idea de las altas temperaturas que iba a sufrir en los próximos días.
A continuación me dirigí al Lago Kandawgyi, un lugar agradable para dar un paseo tranquilo y ver el Palacio Karaweik, un antiguo palacio ahora reformado como restaurante donde también se pueden ver danzas tradicionales.





Solo tenía una noche en la capital y tuve la suerte que un amigo de Barcelona que antes había vivido en Bangkok, actualmente residía en Yangon.
Así que quedamos y me hizo un buen tour por la ciudad de día y de noche.
No tenía ni idea que la noche de Yangon fuera tan animada y quedé bastante sorprendido.
Mucha oferta gastronómica y bares para tomar buenos cócteles y bailar...eso sí.. hasta las 2 de la madrugada y ya.. 

Al día siguiente tomé un avión para Bagan, en el centro del país. 
Nada más llegar al hotel, sobre las 11 de la mañana, las temperaturas ya llegaban a los 38º...pero tenía ganas de empezar a conocer, así que alquilé una moto eléctrica (es el transporte más típico de Bagan) y me dirigí a conocer más sobre el lugar.

Al llegar al primer templo a visitar, me disponía a entrar, por supuesto siempre descalzado, y dos señoras vinieron corriendo a decirme que no podía entrar con pantalones cortos.
En menos de 1 minuto ya me habían colocado un longyi, una especie de falda/pantalón tanto para hombres como para mujeres y que los locales llevan siempre por la calle.

A medida que iba avanzando, me iba dando cuenta de lo árida que era la zona, un auténtico desierto rodeado de cientos de pagodas..
Fue bonito poder recorrer Bagan motorizado pero el calor era insoportable.
El viento abrasaba mi cara y mi piel, era como si tuviera abierta la puerta de un horno y me estuviera dando en la cara permanentemente.
Las temperaturas llegaron a los 42º.






Lo mejor de Bagan... el atardecer. Poder ver una magnífica puesta de sol presenciando pagodas hasta el infinito hacen que sea uno de los mejores atardeceres que haya podido ver en el Sudeste Asiático, sin duda.



Al día siguiente continué visitando varias pagodas y ruinas de Bagan, hasta que llegué a un poblado.
En este poblado te enseñan cómo hacen varias de sus actividades diarias tales como, cocinar, tejer, coser, dar de comer a los bueyes... una bonita experiencia.




Después de Bagan, mi próximo destino sería el Lago Inle, un lago de agua dulce situado en las montañas del Estado Shan. La etnia Shan es el grupo étnico mayoritario de Myanmar.
Al estar rodeado de montañas, el Lago Inle tiene un clima más agradable así que pude disfrutar mucho más.
Nada más llegar, dejé mis cosas en el hotel y me dispusé a contratar un tour con una barcaza a motor por el lago.






En este recorrido vas viendo a pescadores en sus pequeñas barquitas llevadas a remo, con una peculiaridad que es ir remando con una sola pierna, algo realmente increible de ver.
También te vas adentrando por diferentes poblados flotantes e incluso en un mercado flotante lleno de frutas, verduras... al cual acuden los locales de la zona a comprar en su día a día.

Aparte de la vida del lago, el pueblo de Inle tiene una vida muy tranquila. Una gente de lo más amable, los cuales se quedaban sorprendidos a mi paso cerca de sus casas.
Pude adentrarme también en un mercado local, una experiencia increible para todos los sentidos y en el que era observado por cada uno de las personas que vendían y compraban en él.

Myanmar me ha encantado, con sus paisajes, su gente... realmente me ha sorprendido mucho y espero poderlo visitar pronto de nuevo.

Je zu té bar deh Myanmar!