22 de octubre de 2013

De visita al país vecino... mi vuelta a Laos


Viviendo en la capital tailandesa, uno necesita de vez en cuando salir de ella y despejarse. Olvidarse por unos días de los atascos, de los ruidos, del gentío, de la contaminación...

Ya tenía en mente desde hacía algunos fines de semana salir de Bangkok para visitar algunas zonas del país, relajarme en alguna playa, ir a algún pueblo...
Coincidió que tenía que renovar el visado por tres meses más, así que la salida era obligatoria.
Es lo que voy a tener que hacer cada trimestre si me quiero quedar por estas tierras, solicitar el visado turista en cualquier embajada de algún país vecino.

Se puede ir a Malasia, Camboya, Laos, Singapur...en fin, hay bastantes opciones, pero sin duda la más económica y fácil es llegar a Vientián (o Vientiane), la capital laosiana.

12 horas en autobús son las que separan Bangkok de Nongkhai, el último pueblo de Tailandia antes de cruzar el borde hacia Vientián. Del autobús, tuk tuk hasta el borde, trámites, autobús destartalado para cruzar el puente que separa los dos países, para luego tomar otro autobús dejándome en la estación de Vientián. Ya por último otro tuk tuk para que me acercara a la embajada para tramitar el visado.
Sin lugar a dudas, este viaje me ha hecho recordar mis tiempos viajeros...grandes recuerdos y grandes sensaciones que te hacen pensar por momentos, que volverías a colgarte la mochila a la espalda, para seguir conociendo mundo...



Conociendo la capital laosiana, en lo último que puedes pensar es en atascos, ruidos, gentío...pero este fin de semana no era uno cualquiera, era el Lao's Festival y había una congregación de gente alrededor de varios escenarios a orillas del río Mekong, como la que hacía tiempo que no veia.
Conciertos de grupos locales cantando música Pop, actuaciones con bailes tradicionales del país, puestos callejeros vendiendo todo tipo de comida y bebidas, gran mercado de ropa para los amantes del regateo...

Nada más llegar ya sabía que no iba a ser un fin de semana tranquilo, y tampoco quería que lo fuera, para que engañarnos.
Era viernes por la tarde y la gente empezaba a acercarse al "paseo marítimo" para tomar las primeras cervezas y empezar a escuchar los primeros grupos actuar encima de los escenarios montados.

Después de un buen rato dando vueltas, escuchando música y degustando comida local, me acerqué al bar más de moda de la ciudad, un bar situado en lo alto de un edificio de cuatro plantas (tampoco hay muchos más altos), donde se puede ver el atardecer mientras se juegan unas partidas al billar y tomando unas Beerlao (¡Cómo las echaba de menos!)
La fiesta acabó en la discoteca más popular, por no decir que es la única de la ciudad.


La noche del sábado tenía que ser igual o mejor que la anterior, y no me equivoqué... en el mismo bar donde había estado la pasada noche, conocí a un grupo de chinos residentes en Vientián que no me dejaron pagar ni una sola cerveza en toda la noche.
No sé si la razón fue que les dije que había estado tres meses en China, o la cantidad de fotos que les pude enseñar de su país, pero me hicieron recordar la generosidad que tiene esa gente y que pude vivir cada día en esas tierras.
Sólo había uno de ellos que hablase algo de inglés y por lo que pude entender, se dedicaban al negocio del oro.
Bastante bien les tenían que ir las cosas, ya que cuando llegó el momento de cambiar de sitio para volver a la misma discoteca del día anterior, me llevaron en un auténtico cochazo, con música a tope y dando vueltas por la ciudad, recórdandome a esos momentos compartidos con mis amigos y mi coche en mi ciudad de toda la vida.

Fin de semana movido dónde los haya en mi segunda visita a esta magnífica ciudad...

Ah! por cierto, también conseguí el visado tailandés, que era el principal objetivo del viaje. ; )















2 de octubre de 2013

Mi vida en Bangkok


Parece que fue ayer cuando salía del aeropuerto de Barcelona, con una mochila de 12kg en la espalda y unas ganas tremendas de conocer mundo.
Recuerdo perfectamente el momento de partir hacia mi nueva vida, e incluso los días antes, lleno de nervios y emociones, pero nunca con dudas. Sabía lo que hacía, sólo yo lo sabía.

Después de 8 meses viajando por Filipinas, Hong Kong, China, Tailandia, Laos y Camboya, decidí instalarme en la capital tailandesa, Bangkok.

Con tantos kilómetros recorridos, tantas amistades hechas durante mi aventura, gente muy buena y otra no tan buena, pero siempre sacando lo mejor de cada uno, transportes de todo tipo que me han llevado de un lado para otro, desafiando carreteras y caminos infernales, lluvias torrenciales, mares agitados y un sin fin de anécdotas dentro de ellos.
Después de todo eso y con muchísimo miedo, decidí que había llegado el momento de parar y empezar una nueva vida. Tocaba ganarse el pan de cada día.

Hace ya 2 meses que llegué a Bangkok desde Siem Reap (Camboya). Era la segunda vez que estaba en la capital, ya que durante mi viaje había estado 12 dias en ella.

Aquí ya me estaban esperando algunos amigos, amigos de hace muchos años y que el destino nos ha querido reunir tan lejos de los nuestros.

Los comienzos nunca son fáciles, y el mio no podía ser de otra manera. Solamente llevaba 7 días y me sentía ahogado en la ciudad. ¿Había hecho bien? ¿Realmente quería vivir aquí? ¿Qué iba a hacer para ganarme la vida? ¿Quería realmente dejar de viajar?
Eran demasiadas preguntas y no encontraba respuestas claras, así que decidí agarrar la mochila de nuevo y marcharme hacia el norte del país, en concreto a Chiang Mai.

Allí pasé una semana alejado del caos que se vive diariamente en Bangkok, pensando sobre mi futuro mientras disfrutaba de uno de mis lugares favoritos de Tailandia.

Cuando volví, coincidió con la visita de algunos amigos de Sabadell, y cuando me dijeron de ir a pasar unos días a dos islas tailandesas no pude rechazar la oferta.
Siempre he asociado el mes de agosto con la playa, y éste no podía ser menos.

Regresé de las islas de Koh Tao y Koh Phangan con las pilas cargadas, lleno de energía. Así que me puse manos a la obra y empecé mi proceso de instalación en Bangkok, ciudad con cerca de 10 millones de habitantes.

Lo primero era buscar alojamiento. No quería estar metido en un hostal lleno de viajeros, y la primera opción que surgió fue alquilar un apartamento. Después de ver varios de ellos y no convencerme ninguno, finalmente me instalé en un hotel algo lejos del centro, y por lo tanto del turismo, en el barrio de Wongwian Yai.

Ahora era el momento de empezar a buscar trabajo, sin duda el trabajo más difícil. Y más aún en Tailandia, un país donde es más que complicado trabajar siendo extranjero.

Gracias a mis buenos amigos Pol  ( www.mundo-nomada.com ) y Albert                                                     ( www.viajesoloida.wordpress.com ), conseguí estrenarme como profesor de español. Después de casi un mes dando clases particulares, y a parte de haber descubierto una faceta oculta en mi, como es la enseñanza, puedo decir que estoy muy orgulloso de haber tomado la decisión de quedarme en esta impresionante, maravillosa y siempre caótica ciudad de Bangkok.

A partir de aquí, voy a seguir contando mi vida cotidiana en el país de las sonrisas, así que estáis todos invitados a conocer más sobre él.