12 de agosto de 2018

Malasia. Kuala Lumpur y Malaca

Malasia nunca había entrado en mis planes como destino a visitar, pero quise aprovechar un viaje de trabajo para poder conocer la capital, Kuala Lumpur y Malacca, una ciudad colonial a dos horas por carretera.

Realmente, desde Bangkok, un vuelo a Kuala Lumpur es corto y barato por lo que muchos tailandeses van a pasar el fin de semana y así poder salir un poco de la mega ciudad del Reino de Siam.

Kuala Lumpur es otra gran ciudad del Sudeste Asiático, con una población de 7 millones de habitantes y con un marcado pasado británico, ya que fue colonia inglesa hasta 1.963.
Eso se ve claramente reflejado en el orden de sus calles, la limpieza, la forma de conducir y evidentemente sus edificios coloniales repartidos por diferentes puntos de la ciudad.

En Kuala Lumpur conviven diferentes comunidades; malayas, chinas e indias, siendo los malayos los predominantes.
Por supuesto el idioma malayo, hindi y chino está presente en sus calles.

Llegué por la tarde de un sábado al aeropuerto de Kuala Lumpur y me dirigí a la ciudad, a una hora por carretera.
Había reservado un hotel en la zona de KLCC con unas magníficas vistas a las Torres Petronas, uno de los lugares más emblemáticos del país.

Dejé mis cosas en el hotel y me dispuse a recorrer la ciudad. 
Una de las primeras cosas que me sorprendió de Kuala Lumpur fue la gran red de transporte público que tiene, con metro, monorail y autobuses modernos por toda la ciudad.

Llegué a Chinatown. Varias calles con paraditas para comer, restaurantes de calle e interiores que me ayudaron a adentrarme en la comida local rápidamente, con sus olores y sabores tan distintos.
Chinatown también tiene un mercado nocturno en el que se puede recorrer sufriendo como no, la presión de los vendedores, los cuales son bastante agresivos.

















Al día siguiente, mi destino era Malaca, o Melaka. Tomé un autobús desde la estación principal de Kuala Lumpur y en dos horas estaba en la estación de la ciudad colonial de Malaca.
Una vez allí, tuve que tomar un autobús local para que me llevara al centro de la ciudad, parando en la torre del reloj, un lugar de concentración de gente para tomarse fotos y con curiosos triciclos que te recorren el lugar.


Malaca me encantó desde el primer momento. Tiene un toque especial que no todas las ciudades del Sudeste Asiático tiene.
Los colores de los edificios, el río, las calles, la gente, los restaurantes locales... es un lugar que te hace sentir bien, siendo muy agradable para pasear.




Ya al regreso a Kuala Lumpur, quise conocer un poco la zona de los bares y buenos restaurantes de la ciudad, en el distrito de Bukit Bintang.
La calle principal está llena de restaurantes con excelente comida, combinando con locales para bailar y tomar unas copas.
Me encantó el restaurante Steakhouse, donde sirven uno de los mejores entrecots que haya probado en Asia.
Después de cenar fui a un bar que se llama Havana Grill, donde se concentra gran cantidad de gente local y extranjeros a bailar y a tomar unos buenos mojitos.

Para acabar la noche, qué mejor que un paseo alrededor de las Torres Petronas, impresionantes de noche y de día.


El último día me dirigí a visitar las famosas Batu Caves, una cueva situada en lo alto de un monte a la cual se accede después de subir más de 200 escalones.
Una imponente estatua del dios hindú Murugan está presente en el inicio del ascenso.
Para llegar a las Batu Caves desde la ciudad, se puede tomar un tren hasta el distrito de Gombak.


En general, Kuala Lumpur me ha gustado, me ha parecido un destino interesante para fines de semana. 
Seguramente, la siguiente vez que vuelva a Malasia ya será para visitar otras zonas, como sus islas u otras ciudades importantes.

Hasta pronto Malasia!!!



29 de mayo de 2018

Singapur. Lujo asiático


Todavía no sé por qué no había visitado Singapur en los ya 6 años que llevo viajando y viviendo en Asia.
Realmente nunca me había llamado la atención y prefería conocer otros destinos del continente asiático, pero finalmente me decidí a pasar 3 días en Singapur con la total seguridad de que la visita no me dejaría indiferente.

Singapur es una ciudad-estado con algo más de 5 millones de habitantes y en la que podemos encontrar una diversidad cultural enorme desde la llegada al aeropuerto de Changi.
el 75% de los nativos son chinos y el resto, minorías de malayos o indios, aparte de la cantidad de extranjeros que residen.

Singapur tiene el PIB más alto del mundo y junto con Hong Kong, Taiwan y Corea del Sur, está considerada como uno de los tigres asiáticos.
La ciudad es moderna, ordenada, limpia y perfectamente conectada con todos los barrios y zonas más importantes.

Tenía muchas ganas de empezar a conocer, así que el primer día comencé muy temprano por la mañana con la primera visita, Chinatown.
Después de visitar otras Chinatowns en diferentes países del mundo, debo decir que esta no me pareció tan interesante como las otras, pero todavía se pueden encontrar algunos rincones que valen la pena.






Seguidamente, me dirigí al Monte Faber para tener la mejor panorámica de toda la ciudad, ya que es el punto más alto de Singapur. 
Unas excelentes vistas en las que se pueden ver la cantidad de rascacielos que tenemos alrededor.

 


Más tarde me planté en Little India, un lugar en el que te da la sensación que has cambiado de país en cuestión de segundos.

Casas bajas y de colores, lugares para tomar té Masala, indios por todas partes que no dejan de observarte ni un segundo con sus penetrantes miradas...
Little India me pareció un lugar muy interesante para perderse y dejarse llevar por sus calles.



Por la tarde, fui a visitar uno de los lugares más famosos del mundo, el hotel Marina Bay Sands, un hotel de lujo con unas vistas magníficas desde su restaurante Ku De Tá, en la planta 57.
He estado en varios bares/restaurantes en las alturas en Asia, pero realmente este está en el top 5, sin duda.
Evidentemente, los precios de las bebidas no son nada baratas, pero vale la pena.

Al caer el sol, la iluminación de los edificios sobre la bahía es de pura postal, por lo que un paseo nocturno alrededor de ella se convierte en algo impagable.
El lugar más famoso que encontramos en el paseo es el Merlion, un león de piedra apuntando a la bahía, teniendo justo delante el poderoso hotel Marina Bay Sands.
El león es el simbolo de Singapur. Singha significa león y Pura es "ciudad" en malayo, por lo que es conocido como Singapura, ó Singapur en nuestro idioma.





Al día siguiente, me dirigí a la Isla de Sentosa, una isla situada al sur de Singapur.
Sentosa es un lugar turístico y centro de ocio con varias playas, resorts, restaurantes y bares, y sobre todo un sin fin de actividades para hacer, como zippling, surfear con olas artificiales en una piscina y mucho más...
Para llegar a Sentosa se puede tomar un teleférico que une las dos islas y desde donde se puede ver todo el complejo desde lo alto, para ir haciéndote una idea de donde estás llegando.


Fueron 3 días sin parar de visitar, realmente sería el máximo de tiempo que le daría a la ciudad para que dé tiempo a conocerla bien.
En Singapur tienes de todo y con mucho lujo, pero también puedes encontrar sitios baratos para comer como en Chinatown o Little India.
El transporte es relativamente barato y no es necesario tomar taxis.
En definitiva, Singapur me ha gustado y estoy seguro de que volveré.




22 de abril de 2018

Corea del Sur. Seúl, mezcla de modernidad y tradición



Se acercaban las fechas de Songkran (Año Nuevo Tailandés) y por primera vez desde que vivo en Tailandia, decidí salir del país y perderme el impresionante festival del agua que se celebra en las calles de todo el país.

Seúl quedaba a 6 horas en avión desde Bangkok y era una magnífica oportunidad para conocer un nuevo destino para mi en Asia.

Corea del Sur tiene muchísimos lugares interesantes para visitar pero en mis 6 días en el país me centré básicamente en la capital, Seúl.
Con 50 millones de habitantes, Corea el Sur concentra a la mitad de su población en Seúl, siendo la segunda área metropolitana más poblada del mundo, después de Tokio.

Llegué a Seúl temprano por la mañana, después de un vuelo nocturno desde Bangkok.
A pesar de estar destrozado por las pocas horas de sueño que había tenido, comencé a visitar la ciudad sin pensarlo.

Mi primer destino sería Myeong-dong, una calle abarrotada de gente a partir de las 5 de la tarde con decenas de puestecitos de comida en el que podremos probar desde pinchitos de cerdo o de langosta, hasta churros cubiertos con chocolate de Oreo.
En esta misma zona también se encuentra la Catedral de Seúl.
Sinceramente, antes de pisar tierras coreanas no tenía idea de que en Seúl me iba a encontrar una catedral como la que pude ver, realmente impresiona.
Tuve la suerte de poder presenciar una misa en coreano!








Al día siguiente, estaba invitado por una agencia de viajes en Seúl a hacer uno de sus tours
de ciudad, así que me vino perfecto para conocer lo más importante y de tener un guía que me explicara todo bien.
Empezamos el día visitando un templo budista en el medio de la ciudad, teniendo unos minutos de relax total para salir un poco del gentío que tiene las calles de Seúl.












Seguidamente, pude visitar el punto estrella del tour, el Palacio Gyeongbokgung, el palacio principal de Seúl y uno de los lugares más importantes en la historia de Corea del Sur. 
Al acabar la visita, pude incluso presenciar un cambio de guardia en la puerta principal del palacio!

Ese mismo día por la tarde, tenía ganas de ver lo inmensa que era la ciudad, así que qué mejor manera de ver sus dimensiones que desde lo alto de la N Tower, la torre más alta de la ciudad con 236.7 metros.




Para terminar el día, me fui a una de las zonas más de moda de la capital coreana, el barrio de Itaewon. Este barrio posee una infinidad de bares, restaurantes y clubs que abren hasta bien entrada la mañana siguiente, todo alrededor de 6 calles que se cruzan entre ellas.
Aquí, principalmente es el punto de reunión de jóvenes que buscan desconectar después de su día de trabajo.

Al día siguiente decidí adentrarme en el barrio de Bukchon, donde por algunos momentos te hace pensar que estás en otra Seúl, ya que sus calles y casas antiguas sorprenden con el contraste de los rascacielos de la zona moderna de la ciudad.





Ese mismo día decidí visitar el museo de la Guerra de Corea, ya que al día siguiente además, iba a dirigirme a la frontera con las dos Coreas y quería saber más sobre el conflicto bélico.
Este museo me pareció uno de los mejores en los que he estado y muy bien explicado, vas aprendiendo más sobre todos los conflictos que ha tenido Corea, que no son pocos.



Las dos Coreas viven separadas desde que en 1.950, Corea del Norte atacara Seúl. Tan solo 3 meses después de la entrada de las tropas norcoreanas a la capital del Sur, los surcoreanos consiguieron hacer retroceder a sus vecinos con la ayuda del ejército de los Estados Unidos.
La respuesta de los del norte, con la ayuda de China, convirtió a este conflicto en uno de los más sangrientos de la historia.
En 1.953, se logró firmar un tratado de paz entre Corea del Norte y Estados Unidos en el que se hizo un pacto de no agresión que todavía dura en la actualidad.

La tensión que existe entre ambas Coreas es evidente y aunque se cree en la unificación, las relaciones entre las dos partes son mínimas.
Precisamente, dentro de unos días, el 27 de abril de 2.018, va a haber una reunión para acercarles de nuevo. Será la tercera reunión desde 1.953.




Como he dicho, al día siguiente me dirigí hacia el borde entre las dos Coreas. Este tour no se puede hacer por tu cuenta, por lo que tiene que ser a través de una agencia y siempre yendo con un guía.
A 50 km de Seúl, se llega a la base militar surcoreana que mira con lupa cada movimiento de sus vecinos los norcoreanos, los cuales se encuentran en el otro lado del lugar.
Los controles para llegar hasta allí ya te hacen ver en el sitio dónde te encuentras.
Un militar se sube al autobús y revisa uno por uno cada pasaporte, hasta que da el orden de poder acceder a la área restringida.
Una vez dentro, vemos el puente que uniría a los dos países, un pueblo norcoreano al fondo de un valle y el futuro tren que unirá a las dos partes una vez todo esté en orden.
Nos avisan que no podemos hacer fotos en según que sitios y también nos limitan el tiempo para poder estar en cada punto de la visita.
Una experiencia única, estando en un lugar que te hace respirar de una manera distinta.



Otro de los lugares que tenía ganas de visitar, era el barrio de Gagnam, conocido por el famoso baile del caballo que se popularizó allá por 2.012 de la mano de PSY.
Gagnam es la zona más moderna y más cara de Seúl. La gente, los coches, los edificios, restaurantes...todo tiene un altísimo nivel por lo que no es de extrañar cuando la gente le hace llamar el Manhattan asiático.




En general, Seúl me ha gustado mucho. Me ha sorprendido en muchos aspectos y me ha dejado con ganas de conocer otros lugares en Corea del Sur.
Quizás en mi próxima visita me decanto por ir más al sur, como Busan o a la isla de Jeju.

Annyeonhaseyoooooo!!! (saludo y despedida en coreano)