Nunca me había
planteado venir a Hong Kong, pero un vuelo muy barato desde Manila y la
posibilidad de solicitar el visado de China, teniéndolo en pocos días, me trajo
a la gran ex colonia británica de Asia.
Nada más llegar al
aeropuerto, ya puedes ver que has llegado a otro mundo. Primeros letreros en
cantones y en ingles, gran tráfico de viajeros (es el aeropuerto más activo del
mundo), y cantidad de tiendas de primeras marcas.
Hong Kong se divide
en cuatro partes. La Isla de Lantau, donde se encuentra el aeropuerto, la Isla
de Hong Kong, Nuevos Territorios y Kowloon, todas ellas perfectamente
comunicadas con sus líneas de metro y autobuses.
Me dirigí en un autobús
hacia Kowloon, al barrio de Tsim Sha Tsui, muy cercano al puerto, me habían recomendado
un edificio para buscar hostales baratos en plena Nathan Road, la calle más
concurrida de la zona. Un edificio que nada
más entrar por la puerta, varios pakistaníes e hindúes te ofrecen relojes, móviles
y demás.
Un bloque de dieciséis
plantas en las que viven cerca de 5000 personas, con ocho ascensores en los que
te subes con gente muy extraña y que se puede imaginar, por las pintas, a lo
que se dedican.
Infinidad de
guesthouses, con viajeros embutidos en 60m2, muy poco habladores y raros,
talleres textiles clandestinos abiertos 24 horas, almacenes repletos de cajas… personas
paradas en medio de las escaleras sin saber muy bien lo que hacen, otros, esperando
a que les abran en la puerta…
Realmente, los
pasillos de este edificio dan para escribir un post aparte, ya que da mucho
juego.
Era muy tarde pero
estaba impaciente por conocer algo de la ciudad, así que me quise perder un
rato por sus calles iluminadas con luces de neón y letreros extraños, esas calles que solamente había visto en las películas.
Allí, pude degustar
el primer plato de comida típica cantonesa, unos noodles con ternera que te
dejan más que satisfecho. Me fui obligado
a dormir, emocionado por el día siguiente, tenía una sensación de solamente
querer caminar y perderme más por esas calles.
Me desperté para ir
a la embajada china, situada en otra isla, para solicitar el visado, así que cogí
un metro y en cuatro paradas me encontraba en la Isla de Hong Kong. Unos trámites
rápidos de una hora, en los que ya pude comprobar la gran eficiencia de esta
gente.
Después, un paseo
agradable por la bahía mientras se contempla los grandes rascacielos de la isla
vecina, dejándote asombrado por la cantidad que hay y sobre todo, por la altura
que tienen.
Al día siguiente,
tocaba culturizarse un poco con la historia, así que fui al Museo de Historia
de Hong Kong, un museo de 6000m2 en los que te explican absolutamente todo.
Desde la creación de la tierra y como se
originaron las islas, hasta la actualidad del país. Es una autentica ciudad
dentro de otra ciudad.
Por la tarde, cambio
otra vez de isla (parece raro pero realmente es muy fácil con el sistema de
trenes que tienen) y me dirijo a Victoria Peak, quizás la parte más turística de
Hong Kong.
Subes en un teleférico
600m de altura hasta llegar a lo más alto de la ciudad, el teleférico se llega
a poner a un 80% de desnivel, así que las sensaciones son increíbles.
Cuando se llega
arriba del todo, se puede ver que si, está claro que es lo mas turístico,
restaurantes de nivel, tiendas caras… pero las vistas que se ven desde la
terraza del edificio, te hacen ver que estas en una ciudad futurista, con sus
rascacielos iluminados alrededor de toda la bahía.
En Hong Kong se respira
de otra manera… se vive de otra manera. Un ajetreo constante, un sinfín de nuevas
sensaciones en tu cabeza mientras observas el día a día de sus habitantes, todos
con sus teléfonos de última generación en sus manos, sin tan siquiera mirar al
suelo, enganchados completamente a su juguete.
Una gente efectiva,
trabajadora, seria y respetuosa con su ciudad. Las calles con una limpieza
impoluta, fumadores fumando delante de una papelera y tirando incluso, la
ceniza en ella.
Los 7 millones de hongkoneses
están concienciados de que deben respetar y cuidar sus calles.
Tantos estímulos en
tan pocas horas, te dejan muy cansado, y ni la calle ni el hostal es un buen
sitio para descansar de la locura de Hong Kong.
Por suerte, un
parque situado a pocos metros de mi zona, llamado Kowloon Park, te permite desconectar
del bullicio, con sus zonas verdes,
fuentes, laberintos de arbustos… Aquí los
parques se utilizan para eso, relajación, meditación y huir un poco del mundo
fuera de ellos.
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