8 de marzo de 2013

Hong Kong. Descubriendo otro mundo...



Nunca me había planteado venir a Hong Kong, pero un vuelo muy barato desde Manila y la posibilidad de solicitar el visado de China, teniéndolo en pocos días, me trajo a la gran ex colonia británica de Asia.

Nada más llegar al aeropuerto, ya puedes ver que has llegado a otro mundo. Primeros letreros en cantones y en ingles, gran tráfico de viajeros (es el aeropuerto más activo del mundo), y cantidad de tiendas de primeras marcas.

Hong Kong se divide en cuatro partes. La Isla de Lantau, donde se encuentra el aeropuerto, la Isla de Hong Kong, Nuevos Territorios y Kowloon, todas ellas perfectamente comunicadas con sus líneas de metro y autobuses.

Me dirigí en un autobús hacia Kowloon, al barrio de Tsim Sha Tsui, muy cercano al puerto, me habían recomendado un edificio para buscar hostales baratos en plena Nathan Road, la calle más concurrida de la zona.  Un edificio que nada más entrar por la puerta, varios pakistaníes e hindúes te ofrecen relojes, móviles y demás.
Un bloque de dieciséis plantas en las que viven cerca de 5000 personas, con ocho ascensores en los que te subes con gente muy extraña y que se puede imaginar, por las pintas, a lo que se dedican.
Infinidad de guesthouses, con viajeros embutidos en 60m2, muy poco habladores y raros, talleres textiles clandestinos abiertos 24 horas, almacenes repletos de cajas… personas paradas en medio de las escaleras sin saber muy bien lo que hacen, otros, esperando a que les abran en la puerta…
Realmente, los pasillos de este edificio dan para escribir un post aparte, ya que da mucho juego.

 

Era muy tarde pero estaba impaciente por conocer algo de la ciudad, así que me quise perder un rato por sus calles iluminadas con luces de neón y letreros extraños,  esas calles que solamente había visto en las películas.
Allí, pude degustar el primer plato de comida típica cantonesa, unos noodles con ternera que te dejan más que satisfecho.  Me fui obligado a dormir, emocionado por el día siguiente, tenía una sensación de solamente querer caminar y perderme más por esas calles.



Me desperté para ir a la embajada china, situada en otra isla, para solicitar el visado, así que cogí un metro y en cuatro paradas me encontraba en la Isla de Hong Kong. Unos trámites rápidos de una hora, en los que ya pude comprobar la gran eficiencia de esta gente.
Después, un paseo agradable por la bahía mientras se contempla los grandes rascacielos de la isla vecina, dejándote asombrado por la cantidad que hay y sobre todo, por la altura que tienen.

Al día siguiente, tocaba culturizarse un poco con la historia, así que fui al Museo de Historia de Hong Kong, un museo de 6000m2 en los que te explican absolutamente todo. Desde la creación de la tierra  y como se originaron las islas, hasta la actualidad del país. Es una autentica ciudad dentro de otra ciudad.
Por la tarde, cambio otra vez de isla (parece raro pero realmente es muy fácil con el sistema de trenes que tienen) y me dirijo a Victoria Peak, quizás la parte más turística de Hong Kong.
Subes en un teleférico 600m de altura hasta llegar a lo más alto de la ciudad, el teleférico se llega a poner a un 80% de desnivel, así que las sensaciones son increíbles.
Cuando se llega arriba del todo, se puede ver que si, está claro que es lo mas turístico, restaurantes de nivel, tiendas caras… pero las vistas que se ven desde la terraza del edificio, te hacen ver que estas en una ciudad futurista, con sus rascacielos iluminados alrededor de toda la bahía.


 


En Hong Kong se respira de otra manera… se vive de otra manera. Un ajetreo constante, un sinfín de nuevas sensaciones en tu cabeza mientras observas el día a día de sus habitantes, todos con sus teléfonos de última generación en sus manos, sin tan siquiera mirar al suelo, enganchados completamente a su juguete.
Una gente efectiva, trabajadora, seria y respetuosa con su ciudad. Las calles con una limpieza impoluta, fumadores fumando delante de una papelera y tirando incluso, la ceniza en ella.
Los 7 millones de hongkoneses están concienciados de que deben respetar y cuidar sus calles.


 



Tantos estímulos en tan pocas horas, te dejan muy cansado, y ni la calle ni el hostal es un buen sitio para descansar de la locura de Hong Kong.
Por suerte, un parque situado a pocos metros de mi zona, llamado Kowloon Park, te permite desconectar  del bullicio, con sus zonas verdes, fuentes, laberintos de arbustos…  Aquí los parques se utilizan para eso, relajación, meditación y huir un poco del mundo fuera de ellos.


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