Bali es de esos destinos que la gente suele decir que es muy turístico. Y sí, lo es, pero principalmente una zona, la cual está infestada de australianos con ganas de armar jaleo.
La isla tiene muchas más zonas por descubrir y donde poder sentirte en medio de la selva, o poder disfrutar de unas magníficas vistas a los arrozales sin sentirte agobiado de multitud.
Bali está para disfrutarla de una manera u otra, y que sea turística no es ni malo ni bueno, siempre dependerá lo que uno ande buscando.
Por supuesto estos destinos se agradecen tenerlos cerca de donde vivo, Bangkok, para disfrutar de unas mini vacaciones, y Bali...es perfecta para ello.
Después de varios meses sin parar de trabajar, necesitaba la desconexión que tuve durante los 6 días completos que estuve en la isla.
Al llegar al aeropuerto de Ngurah Rai en la zona de Denpasar, me dirigí a Seminyak, al suroeste.
Una vez allí, sentí una relajación absoluta paseando por sus calles llenas de masajes, restaurantes, tiendas... hasta llegar a la playa, la cual está llena de chiringuitos ofreciendo comida, bebida y buena música.
La primera noche me fui hacia la playa donde parecía que había más movimiento y ahí estuve tomando, y viendo una buena puesta de sol.
Al día siguiente alquilé una moto y me fui hace el oeste de la isla, al templo de Tanah Lot, uno de los lugares más visitados de la isla.
Se trata de un templo hindú construido en el siglo XVI, y multitud de gente va a visitarlo diariamente ya que las leyendas que existen despiertan mucha curiosidad entre sus visitantes.
El templo se encuentra en un gran roca que cuando hay marea alta, se cubre casi por completo, un excelente lugar para ver el atardecer.
Al día siguiente me dirigí a Nusa Dua, al sureste de la isla. Para mi, de las mejores playas de Bali.
Estando en la playa, surgíó la idea de llegar hasta Uluwatu, justo al otro extremo de donde me encontraba.
Uluwatu tiene un templo alrededor de un acantilado con unas vistas espectaculares. Además en este templo se pueden ver monos campando a sus anchas por los alrededores.
Tenía ganas de meterme más en el centro de la isla, así que al día siguiente, y con una lluvia demoledora, me dirigí hacia Ubud.
Ubud es una zona de selva verde, con pueblos pequeños alrededor de campos de arroz que dejan sin palabras.
Casi sin querer, llegué al Monkey Forest, un bosque en el que hay infinidad de monos paseando tranquilamente por allí y donde los turistas les pueden dar de comer plátanos que venden en el mismo parque.
Incluso niños dando de comer a los monos...no fue de extrañar ver a un niño salir llorando y corriendo después de que un mono le mordiera...
Los siguientes días los pasé en Kuta, la zona más turística de la isla, y también la que tiene más oferta gastronómica, compras, bares y discotecas.
Y ahí que fui...terminé en la calle principal de la fiesta balinesa, con locales y turistas recién llegados con ganas de salir a darlo todo hasta la madrugada.
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