6 de febrero de 2017

Japón. Tokyo, Fukushima y Nagano



Tenía 5 días para visitar Japón, destino que estaba pendiente desde hace mucho tiempo y que al final pude llegar.
Compré un vuelo para Tokyo, pensando también en visitar otras ciudades alrededor.

Nada más llegar al aeropuerto de Narita, tomé un tren hasta llegar a Tokyo Station, el punto donde se cruzan todas las líneas de metro de la ciudad.

Una vez allí, mi destino era Fukushima, ciudad donde se produjo el desastre nuclear de 2011, uno de los peores de la historia.
Aunque ahora ya está todo controlado gracias a la rápida intervención del gobierno, Fukushima se ha convertido en una ciudad fantasma y son muy pocos los habitantes que deciden volver a vivir en su ciudad.


 

Por eso Fukushima, es una ciudad tranquila, sin tráfico, sin contaminación, agradable, con buenos restaurantes y algo muy importante en Japón, con precios económicos.
Ahí estuve una noche, suficiente para empezar a conocer el país nipón, con sus costumbres, su gente, su comida...
Durante las 24 horas que pasé en la ciudad, ya pude darme cuenta de la gran hospitalidad de los japoneses, aunque la barrera del idioma siempre sea un factor importante.

Al día siguiente regresé a Tokyo, donde tocaba comenzar a conocer a fondo esta inmensa ciudad.
Comencé a patear, a perderme en ella entre su multitud, tomando metros, callejeando, degustando la impresionante comida japonesa...
Horas y horas caminando y alucinando con todo con cada minuto que pasaba.


 

Aunque tenía pocos días para poderlo ver todo, quería igualmente volver a salir de Tokyo y poder visitar otra zona, siendo Nagano mi próximo destino.
Nagano se encuentra a 1 hora y 30 minutos de Tokyo en Shinkansen, el tren rápido que te facilita los desplazamientos por el país.

En Nagano la temperatura descendió notablemente, estando a -9º en algún momento.
Nada más llegar a la estación y ver esos paisajes montañosos nevados, me hizo ver que había valido la pena llegar hasta ahí.
La idea era visitar el Snow Monkey Park, a 45 minutos del pueblo, así que tomé un autobús hasta los pies de la montaña.
Una vez allí, hay que caminar durante 30 minutos hasta llegar a uno de los paisajes más bonitos en el que haya estado nunca.




En el parque habitan unos simpáticos monos que acompañan a los turistas durante el camino, donde se les va viendo caminar y saltar a sus anchas sin importarles la presencia humana.
El punto culminante del camino se encuentra en un gran onsen (aguas termales), donde se puede ver a los monos disfrutar de sus cálidas aguas.

Ya de regreso a Tokyo, pude visitar diferentes distritos de la ciudad como Shibuya, Shinjuku, Ginza...
Todos y cada uno de ellos con su toque moderno pero nunca perdiendo la esencia de la cultura japonesa.


                                          

Imposible verlo todo durante mi estancia, pero me he quedado con mucho de lo que he visto, y sobre todo con muchas ganas de volver pronto para seguir conociendo.

Big in Japan!!!






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