Sinceramente, no tenía ni idea de toda la historia que le concierne y después de entender un poco cómo empezó Taiwan, me pareció muy interesante.
En la época de la China de Mao Zedong, hubo una guerra civil entre comunistas y nacionalistas.
Chiang Kai-Shek, militar que lideraba el partido nacionalista, perdió la guerra y decidió trasladar a 2 millones de chinos a la isla de Taiwan, junto a oro y reliquias de arte chinas.
Allí se encontraron con aborígenes que habitaban la isla, por lo que los inicios también se vieron marcados por conflictos evidentes.
Chiang Kai-Shek, pasó a ser un héroe en Taiwan y un traidor en la China actual. Al llegar, mantuvo la República de China, nombre real pero mundialmente conocido como Taiwan.
Los nacionalistas chinos, por tanto, comenzaban a construir una nueva tierra, mientras en China se creaba el estado comunista y actual, la República Popular China.
Hoy en día, Taiwan está solamente reconocido por 21 países e incluso la República Popular China la considera como una región más de China, aunque no tienen ningún poder sobre la isla.
Taiwan me ha parecido una mezcla de culturas constante, y no podía ser menos, ya que allí llegaron portugueses, españoles, holandeses y japoneses, siendo éstos últimos los que más marca dejaron.
Los japoneses estuvieron en Taiwan 50 años, hasta 1945, por lo que hoy en día hay una clara huella japonesa en la limpieza de sus calles, la actitud de la gente...
Por otro lado, en algunos conceptos, sigue siendo todo muy chino, como la comida, los edificios y lo caótico del lugar.
Como no teníamos muchos días, nos quedamos en Taipei, la capital taiwanesa.
Veníamos con muchas expectativas, y aunque algunas de ellas nos decepcionaron, como es la vida nocturna, pudimos disfrutar de otros valores que realmente nos cautivaron.
Comenzamos visitando un mercado nocturno muy cercano al templo de Longshan. En este mercado ya pudimos comprobar que la comida china es infinita, habiendo muchísima variedad y en el que la mezcla de comida con masajes y demás en plena calle está a la orden del día.
Seguidamente, nos dimos una vuelta por la zona de Ximen, una zona peatonal que me recordó a la zona de Shibuya en Tokyo. Gente joven y moderna por sus calles, luces por todos los lados y un orden dentro del desorden asiático.
Al día siguiente, nos dirigimos a visitar el Chiang Kem-Shek Memorial Hall, lugar donde se encuentra una gran estatua del héroe nacional.
La estatua se encuentra dentro de un Palacio, en el que nada más entrar se ve al héroe sentado y con una sonrisa bondadosa.
Allí pudimos presenciar un cambio de guardia, siempre impactante vayas donde vayas.
En este lugar, también se puede aprender sobre la vida de Chiang Kem-Shek y sobre la ocupación japonesa en la isla.
Por la tarde, decidimos visitar el Museo Nacional del Palacio, en Shilin, lugar donde se pueden ver la cantidad de reliquias llevadas desde China a Taiwan por los nacionalistas.
Este museo fue un poco decepción, ya que te tiene que gustar un mínimo el arte, para poderlo valorar. No obstante, los aledaños del museo son espectaculares, entre montañas y palmeras.
Otra visita obligada en Taipei es el de la Tower 101, uno de los edificios más altos del mundo. Llegó a ser el edificio más alto del mundo durante 7 años, hasta que un hotel de Dubai le quitó ese título.
Lo que sí que pueden presumir, es de tener el ascensor más rápido del mundo, subiendo 89 plantas en 37 segundos.
Las vistas de la ciudad son impresionantes y dan para verla toda entera, hasta el pie de las montañas.
Por último, otro lugar que sí o sí hay que visitar en Taipei, es la Elephant Mountain, lugar desde donde se puede ver toda la ciudad con unas vistas excelentes.
Además de hacer algo de ejercicio, ya que hay que subir unas cuantas escaleras, se puede contemplar unas vistas perfectas.
En general, Taipei me ha gustado y quizás, si hubiera tenido más días hubiera investigado más por el resto de la isla.
Un placer, Taiwan!
Gracias por el articulo!
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